miércoles, 22 de septiembre de 2010

Adicta a un led

Sí. Tengo que confesarlo.

Se me conocen pocas adicciones, aunque alguna hay. Hoy voy a confesar una de ellas bastante reciente: desde hace dos meses soy una adicta al “led parpadeante” de la BlackBerry.

bb

Era de esperar. Esa lucecita es una notificación y aparece cuando tengo: un SMS, llamadas perdidas, correo electrónico en alguna de mis dos cuentas, notificaciones de Facebook, un WhatsApp, el BlackBerry Messenger etc…

Puse un sonido distinto para cada aplicación pero cuando estoy en casa no me entero, de modo que lo coloco en algún sitio con suficiente cobertura y que además pille mi WiFi (va más rápido). A partir de ese momento, ya no puedo evitar mirar de reojo cada vez que estoy cerca, cuando estoy leyendo, escuchando música, viendo la tele o haciendo cualquier otra cosa. ¡¡¡Es muy adictivo!!!.

Donde peor lo paso es en el trabajo. Ahí no puedo colocarla en ningún sitio visible, pero sí escucharla, que no sé qué es peor. Un ejemplo, las notificaciones de Facebook. Hubo una mañana que estuvo pitando cada pocos minutos, más de 50 notificaciones. ¡Tenía un monazo impresionante y no podía hacer nada!.

Y no soy la única. A un grupo de amigos les pasa lo mismo pero con el iPhone. Últimamente cenamos juntos muchas noches y siempre vamos acompañados de nuestros chismes. Al final, tendremos que hacer terapia, ya veréis.

Verónica.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Calorías

Normalmente por la mañana me tomo un vaso de leche con cereales y poco más. Más tarde, en el trabajo, almuerzo tres o cuatro tostadas de arroz y un zumo. Mi cuerpo ya está acostumbrado a ese ritmo y no le sientan bien los cambios.

Hace seis años que voy todos los sábados a almorzar con mi abuelo. Yo siempre me pido medio bocadillo de algo que no sea muy pesado (bacon con queso o jamón) y él se pide un plato caliente. Siempre me insiste en que me coma yo también un plato caliente, los bocadillos no los considera alimento, pero a mí a esas horas no me entra otra cosa.

Hasta ayer.

El bar al que vamos habitualmente estaba cerrado por vacaciones, de modo que tuvimos que ir a otro. Creo que se llama “Jaume I”, aunque él lo llama “El Bar de la Pata” (y ya entiendo por qué). No había bocadillos así que tuve que sucumbir a un plato.

A las 9:30 de la mañana me comí dos o tres patas (o manitas) de cerdo con su salsita, un trozo de costilla y revuelto de habitas con chorizo y morcilla. ¡Qué contento estaba de verme comer lo mismo que él pero qué mal me sentó!. Ni corriendo un maratón podría haber quemado todas esas calorías. ¿Cómo puede tener la gente tanto apetito a esas horas?.

No pensaba comer nada el resto del día, o como mucho, algo de fruta. Y tampoco pudo ser. Había quedado para comer con unos amigos. Fuimos al “Foster’s Hollywood” del Grao de Castellón. ¡¡Más calorías!!. Combo de cosas fritas para picar, una “Chiliburguer” para mí, y de postre, helado de nata, chocolate y cookies.

¿Y creéis que cené algo?. Pues sí. Un bocadillo de bacon, queso y huevo.

Hoy no puedo porque toca paella, pero a partir de mañana, ensaladas, carne a la plancha y fruta.

P.D. Como anécdota de la comida, nos pareció ver a Nacho Vidal paseando por el Grao de Castellón. Estamos seguros un 90%, obviamente, no le preguntamos si era él.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

¡Odio a este bicho!

Todos los insectos me dan grima, pero hay uno que los supera a todos:

saltamontes

El saltamontes.

Sólo viendo esa foto, ya se me ponen los pelos de punta.

Es el único insecto que me hace correr. Si veo alguno, salgo disparada presa del pánico para situarme lejos del alcance de su salto. Por eso les tengo pavor, porque cuando saltan, no tienen control y pueden aterrizar en cualquier parte, incluida yo.

Y como cada Septiembre, empiezan a caerse las hojas de la parra y en mi casa hay una mini-plaga. Todos los días veo alguno por el patio, camuflado entre las hojas, de modo que no las barro, se quedan ahí haciendo montón. Como venga otra gota fría, menudo tapón habrá en los desagües.

Hace un par de noches, estaba sola en casa y subí a acostarme. Me encontré uno enorme en la cortina de mi habitación. Antes, cogía una escoba y mi perro se encargaba del resto. Pero ya no tengo perro. Enseguida pensé cambiarme de habitación, aunque deseché la idea, tenía que afrontar la situación. Me hice con la primera prenda de ropa que tenía a mano y lo capturé. Luego pensé tirarlo todo a la basura o quemarlo, pero era una de mis camisetas favoritas. Fui valiente, la saqué por la ventana y la sacudí, aun a riesgo de que me atacara, y después, sin comprobar si había bicho o no, la metí en la lavadora.

No apareció el saltamontes por ninguna parte, pero ahora soy incapaz de ponerme esa camiseta.

Necesito otro perro, siempre me atacan cuando estoy sola.

Verónica.